La Burguesita

 

CUENTOS









 

La Burguesita

 

Una mujer que de niña solía sentarse en el regazo de un hombre amigo de su abuelo mientras estos dos hablaban de temas para adultos, y ella con su imaginación brillante y su mirada pura disfrutaba de esas voces profundas que le incrustaron pasión y carácter en la mente, y que más tarde, acabaría siendo conocedora de la historia de un país entero.

Aquellos cabellos que entre semana se verían atados pulcramente en un peinado complejo mientras ella caminaba junto a sus amigos a una tienda cercana a su colegio, donde ojos ocultos entre la inmensa ciudad se encargaban de vigilar cada uno de sus movimientos y voces casi inaudibles entre el ruido del viento informaban cada uno de los cambios realizados que sospechaban un gran avance en algún plan fríamente calculado.

Piernas corriendo a la velocidad de la efímera libertad que se le brindaba en viajes de campo a lugares recónditos donde ni si siquiera el aliento del sol llegaba con tanta fuerza como en la gran urbe; risas sonando sin miedo alguno, cabellos sueltos enredados en revoltijos casi imposibles de deshacer, pelotas de futbol golpeadas con la fuerza guardada durante interminables horas de añoranza del aire fresco golpeándole el rostro.

Recuerdos como este le llegan en momentos donde disfruta de placeres antes arrebatados; como tomarse un café fresco en alguna pequeña tienda, en una calle de algún lugar del cual ya ni recuerda el nombre, mientras lee el periódico y siente la brisa fresca colársele por entre las mangas de su suéter de lana, recuerdos que le erizan la piel y que a veces le inundan los ojos de lágrimas y que otras veces le hacen hervir la sangre de rabia.

Nombres, nombres y más nombres se le vienen a la mente con cada paso dado. Un pasado que le pesa en la espalda a esta mujer de sonrisa brillante y cabellos grises que desprende una gran energía cada vez que empieza contar otra de sus grandes historias.

Mujer que de niña teje su vida junto a la historia de miles de personas, y que también trata de deshilar la historia de aquellos que no están conformes con ella. Mujer que empaca y desempaca sueños guardados en cajas que están arrumadas en la vieja casa de su madre mientras murmullos casi inaudibles son percibidos a sus espaldas por aquellas decisiones que tomó en el pasado.

Miradas sentenciantes  se posan en ella cada vez que sale a la calle a completar una de sus tareas diarias, entre tanto ella finge ignorar los comentarios que le llegan como un zumbido del aleteo de una mosca; sigue su rumbo sin alterar el paso, “llegó la burguesita” alguien grita imprudentemente, y esta mujer de temple de acero pierde la compostura por un segundo para luego levantar la cabeza una vez más y seguir andando, como lo ha hecho toda su vida.

Al crecer todo el mundo pudo notar su impresionante belleza y ninguno era inmune a sus encantos. Conjurando era la más precisa, lo hacía casi perfecto. Era el hada madrina ideal, peri nadie nunca imaginó que bajo ese brillo celestial se escondería la temible oscuridad.

 

Podían contarse con los dedos de una sola mano las hadas que alguna vez habían visto sus alas, y nunca se le veía volar por el lugar como cualquier hada aprendiz, según ella, todo se veía más real desde el suelo.

 

Fue una tarde estando sola cuando intentó emprender vuelo, tal como la teoría de había enseñado, y ahí, en ese campo casi desierto entendió que debía elegir entre lo que era y su propia vida, ya que, en el momento en que empezaba a batir sus alas, el ritmo de su corazón empezaba a ser más lento y cuando lograba mantener un vuelo estable, éste se detenía totalmente.

 

Abrumada por tales hechos no pudo pensar en una solución razonable, a pesar de sus diferentes virtudes, ella era inútil, era imposible que le asignaran alguna misión.

 

Viéndose sin salida de aquel agujero que era su existencia, no vio más remedio que romper el voto mágico más importante de las hadas. Con las manos temblorosas y la mente llena de dudas, emprendió camino hacía su hogar, con la vista nublada y la voz quebrada trataba de aparentar que todo estaba normal, pero no lo logró, y fue su esplendor y su indecisión frente a su propia vida lo que causó que finalmente nunca llegara a su casa y que su secreto muriera junto con el recuerdo lejano de la apariencia de las alas más hermosas que alguna vez hayan existido.

 

Natalia Mejia


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