El carmín de la nieve
Últimamente ha nevado bastante y escasea la comida, pero no puedo dejar a mi familia sin comer.
Salí de casa, me despedí de mi amada y mis dos hijas, seguido de ello me arropé con un gran abrigo de piel de oso y fui a ver si de pronto había algún alce o similar para llevar comida a mi familia.
Caminé y caminé, anduve por mas de 3 horas sin encontrar nada, así que fui a esconderme en una arboleda cerca.
-Nadie me verá aquí- susurré cortando un gran pedazo de carne y de esta una flor carmín que cayó en la nieve, de la cual agarré un poco para detener el mar de sangre que desbordaba y hacia florecer aquella hermosa flor recién nacida.
De aquél lugar salí para tomar rumbo de nuevo a casa. Luego de un buen rato caminando vi aquella cabaña de madera que desprendía humo por la chimenea, de lejos parecía una casa de muñecas, al acercarme más a ésta, mis hijas observaban por la ventana y alertaron a mi amada de mi regreso.
-Hola mis princesas jejeje- dije con una sonrisa en mi rostro, mientras levantaba mis manos saludando.
Ellas salieron corriendo y se abalanzaron a mi.
-¡Hola papi!- dijeron mientras estaban encima mío
-Niñas, bájense de papi, está muy cansado- dijo mi amada mientras levantaba a mis hijas de encima mío.
-Muchas gracias mi amor- le respondí dándole un dulce beso el cual fue correspondido.
Entramos a casa y le entregue la carne a mi amada para que preparara la cena.
-¿De dónde sacaste esta carne?, tiene mucha grasa-
-Fui muy lejos de aquí y la encontré- le respondí sin darle mucha importancia.
-¿De qué animal es?-
-Debe ser de algún cerdo supongo-
-Pero no hay cerdos aquí cerca- dijo dudosa.
-Pues no tengo ni idea, como dije, yo solo la encontré y la traje-
-Está bien...-
Pasado un rato ya empezaba a oler bien y mi esposa nos llamó a la mesa.
-¡El último que llegue es un huevo podrido!- exclamó una de mis hijas, les seguí la corriente y corrimos los tres hacia la mesa y obviamente me dejé ganar, me gustaba verlas felices.
-Papi eres muy lento jijiji-
-¡Si! Papi es muy lento jijiji- replicaron ambas, yo simplemente me hice el fatigado y les dije:
-La vejez jejeje- a lo que ellas acompañaron mi reír.
-Bueno, ya mucho juego, ya estamos en la mesa, así que a comer y callar.
Todos comimos en paz y tranquilidad. Ya finalizada mi cena mis dos hijas se levantaron de la mesa y me abrazaron y dijeron:
-Papi esa carne estaba deliciosa- pronunció una de mis hijas
-Si papi, ¿Podrías traer más porfis?- dijo mi otra hija en acuerdo con ella.
-¡Claro!- les dije con una gran sonrisa mientras les devolvía el abrazo.
-Amor, ¿Por qué no te quitas ese abrigo? Lo tienes puesto desde q entraste, además te impide movilizarte mejor aquí dentro de la casa-
-Tranquila, estoy bien-
Pasaban los días, semanas e incluso meses y se empezó a agotar la carne y ya no había nada más que llevar a casa.
-Querido te ves muy pálido y delgado aún teniendo puesto ese abrigo- dijo preocupada.
-Tranquila mi amor, estoy más que bien- le respondí como siempre, con una gran y cálida sonrisa.
La verdad no sabía como decirle que toda esa carne... me pertenecía a mi, que ya todos mis tejidos, músculos, toda la carne de mi cuerpo en si, se los había dado de comer y que las estaba convirtiendo en caníbales...
Jaider Eduardo Bojacá Parada

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