Las Ovejas Mienten
Primer día
La vida es maravillosa, por primera vez escucho más
fuerte el canto de las aves, y veo diferentes especies en un mismo árbol. A
pesar de vivir cerca de cuatro años en esta finca, no había hecho conciencia de
toda la vida a mí alrededor.
Después de trabajar en una oficina en la ciudad por
muchos años, hoy me encuentro cuidando diez gallinas, dos pollos, dos ovejas,
una yegua y seis gatos.
Segundo día
No se permite salir, ha comenzado un aislamiento
obligatorio por un virus, tal vez creado en laboratorio para acabar con la
humanidad, o una gran parte de ella. Los síntomas son como de un refriado
común, pero el cuerpo se debilita tanto que todo el sistema respiratorio
colapsa en menos de un día. Los pocos que sobreviven quedan con malestares
permanentes que los vuelven vulnerables ante cualquier padecimiento.
Tercer día
Es raro tanto silencio; donde vivo no llega la señal de
internet, no tengo paquete de datos, así que las conversaciones por teléfono
son cortas. Siento que estoy aislada en un monasterio budista, no tengo casi
comunicación humana. Espero alcanzar la iluminación.
Quinceavo día
He perdido la noción del tiempo; he aprendido a hacer
pan, a cocer mi ropa, a identificar casi todas cosas que crecen en mi jardín.
Hoy jugare con los colores de la huerta para hacer una deliciosa ensalada, algo
de uchuvas, estragón, albahaca y flores carnudas, esas que les dicen pichón.
¡No se las coma! ¡Son venenosas!
¡No las toque! ¡Son venenosas!
¡cuidado!
En tantos días, era la primera vez que escuchaba una voz,
estamos en confinamiento, por aquí no viene nadie; solo está cerca el galpón
con las gallinas y al lado las ovejas.
¿Será posible que me esté volviendo loca?, ¿que todo este
silencio y soledad me estén afectando?
Cuento hasta diez, tomo aire, mientras busco con la
mirada a la dueña de la voz. No sé qué sería peor, ver a un intruso o no
encontrar a nadie y empezar a escuchar voces.
Lentamente recorro con la mirada a mi alrededor, noto
como en el galpón se reúnen en círculo sin motivo aparente las diez gallinas.
Aguzo el oído entiendo como hablan de mí mientras me miran.
Al principio creí que era efecto de las yerbas que había
tomado, seguramente alguna tenía efectos narcóticos y me había intoxicado; corro
al lavadero y sumerjo mi cabeza entre el agua helada para despejar cualquier
malestar, pero la sensación es más aterradora, pues entiendo claramente lo que
dicen.
¡No le hagas caso a las ovejas!, esas flores son sus preferidas,
estarían dispuestas a decir cualquier tontería con evitar que te las comas para
que ellas puedan disfrutarlas todas.
Creo que Francisco de Asís, sí se comunicaba con los
animales, lo que no sé es si él pudo saber cuándo las ovejas mienten.
Mónica Mejía Bernal
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