INFINITO por MARIA TERESA santolamazza
Recuerdo que en
aquella oportunidad sentí un sonido demasiado agudo, inicialmente me pareció un
silbido, después lo asocié al ruido que se produce al afilar una pieza metálica
con un amolador eléctrico, solo que no se desvanecía pronto. No pude saber que era. Cualquier cosa que
fuera pasó sobre mí y desapareció. No lo volví a sentir, pasaron semanas.
Al cabo de unos
meses, cualquier madrugada, escuché de nuevo el sonido. Aún no amanecía. Me
asomé a la ventana. Ahí estaba de nuevo ese ruido infernal y tuve la sensación
de que fuera de casa había algo que volaba. No sé porque pensé que quizás
podría ser el tiempo, pero entre más lo pensaba menos entendía como podría
materializarse el tiempo. Deseché la idea. Agucé la mirada. Entonces vi que,
aquello que fuera, se acercaba a toda marcha. De lejos no identificaba lo que era, pero en el instante
en que pasó sobre el tejado noté que emanaba un fuerte brillo, incandescente,
que a todas luces parecía un gigantesco número ocho, de una magnitud infinita
por lo que no alcazaba a ver sus orillas, pero estoy segura de que era un
gigantesco número 8 sin concluir, inmenso, brillante, ruidoso, poco a poco fue
perdiendo a la misma velocidad con que apareció. Bueno, eso creía yo.
Solo entonces comprendí
que había venido a salvarme, de un momento a otro el "8" me había
absorbido. Sentí que con él me hice parte del todo, parte de ese infinito
maravilloso que aunque no se dónde se crea ni dónde finaliza abarca todo; de
ese infinito que viene y va desde y hasta lo más recóndito de mí misma, que
viene desde un lugar más allá de donde se forman las estrellas y prosigue hasta
mucho más allá del momento en que dejan de emitir su luz.
Comentarios
Publicar un comentario