Mirando hacia el parque por Myriam Olaya

Una de mis mayores distracciones es observar el movimiento de las personas.  Hoy, lo hago desde la ventana de mi casa que da perfecta vista al parque polideportivo, allí encuentro construcciones adaptadas para practicar deportes o deleitarse viéndolos.

 Escaleras blancas forman el entramado del sitio desde el cual se puede observar partidos de fútbol y otros juegos. Está cubierto para favorecerse del sol y la lluvia.

Hoy, no hay juegos programados, sino solamente practicantes de variados deportes.

En la tribuna, dos jóvenes mujeres caminan, dando la sensación de estar allí solo para esperar que la tarde termine. Ya son las 5:20 pm, pero aun el sol resplandece y en el cielo se observan nubes que cambian su color de blanco a gris, aunque no parecen presagiar lluvia.

 En el verde y cuidado césped hay muchos jóvenes divirtiéndose con el balón; a un lado sobresale una cometa verde-amarilla en forma de ave, pero no muy elevada. Hacen el intento de darle vida, no lo logran, no hay viento.

 Pronto se unen los chicos para formar equipos; es bien sabido que es mejor jugar entre muchas personas, aunque no se conozcan, pues el juego los unirá y a lo mejor a algunos de ellos les llenará el vacío que puedan estar sintiendo y por el cual llegaron allí; otros simplemente buscaban compañeros de diversión y los encontraron.

 A un lado, la cancha de tenis, también arreglada, acoge a dos caballeros entregados a su partido que se percibe con euforia y aunque no son los más expertos, a mi modo de ver, gozan con su práctica.   Esto me da lugar a pensar que así debe ser: disfrutar los momentos sin expectativas ni apelativos como los mejores, los expertos, los futuros campeones. Simplemente, los que se divierten y aprovechan su tiempo de manera sana y agradable.

 A otro lado, dos canchas de basquetbol curiosamente vacías. Y digo curiosamente por qué es sábado y se pensaría que hay muchas personas, especialmente jóvenes y niños, que tendrían tiempo libre para ocupar estos espacios.

 Parece que prima el gusto por la pelota caliente como lo llaman algunos, pues la pequeña cancha asfaltada para microfutbol está ocupada por cuatro niños que hacen sus pinitos en el deporte.

 Y... paro de contar. No hay más de 50 personas corriendo, saltando, sudando, poniendo a prueba sus habilidades en un sitio bien dotado y cuidado, pero desaprovechado un tanto los fines de semana a pesar de su gratuidad. Talvez en estos tiempos para muchos es más importante ir al cine, al centro comercial, divertirse con los juegos electrónicos. Cuestión de gustos y costumbres, pienso.

 Me anima más ver el parque de lunes a viernes cuando están funcionando las escuelas deportivas y pululan niños y jóvenes en deportes, con los gritos de los entrenadores tratando de hacerse escuchar en medio de la bulla. Pero es un ruido agradable, lleno de alegría y expectativa, risas por los triunfos y errores. Se siente vibrar la vida y la algarabía no molesta, sino que, por el contrario, alimenta el ser.

 Mientras escribo llegan las 6 pm veo que ya quedan menos de 10 personas, lo cual es entendible por la hora.

 La tarde empieza a caer y en el horizonte se observa el frío reflejo del sol, tornándose de color amarillo turbio y algo rojizo en medio de nubes azul-grisáceas.

Las montañas se ven azulosas y los árboles más cercanos conservan su tono verde. Algunas aves sobrevuelan de vez en cuando seguramente en busca de sus nidos y aunque estoy dentro de la casa, percibo el frío que se acentúa en el exterior.

 Mañana, cuando el sol salga en pleno, comenzará un nuevo día para el parque que ahí permanece, esperando sus visitantes para que disfruten de él.

 

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