Gracias a un Land Rover inglés propiedad de mi esposo Agustín, persona criada a las estribaciones del Nevado del Ruiz, amante de las caminatas, del parar a la orilla del camino, a conversar con los lugareños. Así recorrimos muchos lugares del país y como equipaje una carpa que armábamos con el permiso del propietario de la finca donde nos cogiera la noche; especiales tiempos donde todavía se confiaba en los demás y se compartía generosamente.
Al partir mi compañero de vida, prometí continuar los viajes a conocer las fiestas y carnavales de nuestra amada Colombia. En octubre de 2014 me dirigí desde Cartagena al Festival de Tambores y Expresiones Culturales del primer pueblo libre de América
desde el siglo XVII,
San Basilio de Palenque (Bolívar); fuimos en bus y luego en moto hasta este desconocido lugar en el Canal del Dique, de árboles centenarios y tierras fértiles.
San Basilio de Palenque es un pequeño poblado donde resaltan su Iglesia y el monumento de su fundador Benkos Biohó, con su brazo en alto y su mano en el corazón, trasmite fuerza, vigor, dando un grito de libertad y nunca un paso atrás. Busqué y encontré una habitación en una casa que era restaurante donde se preparaba un plato típico con tortuga y punto de encuentro de todos los hijos palenqueros que llegan para disfrutar de las Fiestas de la Tambora desde diferentes lugares del mundo. Evento de reencuentros familiares y de amigos de toda la vida.
El Festival introduce al visitante a través de talleres, conversatorios en temas de relacionamiento comunitario, como bien lo expresaba un palenquero: Desde la infancia formamos lo que llaman “El Cuadro”, amigos de la cuadra unidos, que se acompañan a lo largo de la vida y como decía, si un amigo del “CUADRO” es estéril, uno del cuadro le ayuda para que tenga su hijo. Es tal la solidaridad, es una hermandad.
También visibilizan sus prácticas y saberes médicos, religiosos, musicales y orales de raíces africanas, así como dar a conocer la lengua Palenquera. La actividad principal es el concurso de Tambores y de la danza del Bullerengue, pero también se encuentran demostraciones de los peinados, de la comida y sus dulces tradicionales como las cocadas, bolas de maní, los deliciosos enyucados, caballitos y alegrías. También talleres de danzas como el baile de La Pava, donde se representa el cortejo de estas aves y el cual se baila en grupo o el baile de la Champeta de origen africano. En esa oportunidad se cumplían 10 años de la declaratoria de Palenque como Patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad por parte de las Naciones Unidas, donde se reflexionaba qué les había aportado esto y el análisis era poco alentador.
Y allí, ante un sol abrazador, encontré, en una esquina del parque principal, a una mujer que vendía fresco de trocitos de Patilla con hielo. En mi viaje antes de llegar me llamo la atención un lugar llamado Gambote sobre un brazo del Río Magdalena y le pregunté a la señora como llegar a este lugar. Y me dijo, tengo que ir a comprar más patillas al pueblo cercano, cogió un costal, tomamos moto hasta el cruce y luego bus.
Ella se bajó conmigo, me llevo hasta el pequeño puerto y me presento al lanchero para hacer un recorrido por el río y le dice “te la recomiendo y me la devuelves bien" me sentí como si fuera su hija. Además, allí el tiempo no corre para sus pobladores, se sale cuando todo está listo, aunque puedan pasar horas de espera. Por fin zarpamos, el viaje es de una orilla a la otra cruzando el río, para llevar encomiendas, agua, hielo, medicinas, mercado o recogiendo plátano, pescado. Ver a los hombres arriar el ganado por la orilla del río o ver cómo mientras la mamá lava la ropa, sus hijos confiados nadan en las caudalosas aguas del Magdalena. Regresamos bajo un torrencial aguacero, viendo y sintiendo como se reencuentran las aguas lluvias con las del rio, al embarcadero.
En la tarde nos encontramos nuevamente y regresamos a Palenque. Ella con su pesado costal lleno de patillas a cuestas. En la noche las presentaciones de música y danza, en especial de Bullerengue.
En algún momento de la noche sale a tarima en medio de una espesa niebla, una mujer delgada, altiva, con un traje largo, con pintas de leopardo, cantando una bella canción tradicional, la llaman “La Burgos” una de las cantantes del grupo “las Alegres Ambulancias”. Aquella mujer maravillosa era mi guía de viaje y la vendedora del fresco de patilla en el parque de San Basilio de Palenque….
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