EL RUIDO POR MYRIAM OLAYA
Cuántos gritos, cuál micrófono abierto se escuchan en la calle y en la mayoría de sitios concurridos, como si nadie pudiera hablar en voz media o baja.
Me detengo a observar y lo que veo son muchas personas en afán, de un lado a otro, unas solas y otras no, o sentadas contando sus historias como si fueran más importantes que las de los demás. Casi siempre conversando a gritos porque sienten o creen que si no lo hacen de esa manera, las voces de los demás transeúntes o personas en los sitios, acallarán las suyas.
¿Y si todos hablaran normalmente? Igualmente, se escucharían y sería más placentero recorrerlas calles en tranquilidad, disfrutar de los lugares en armonía, flotando en el aire y no en una nube borrascosa que parece va a arrasar con la ciudad y sus habitantes. Eso sin hablar del daño a tantos y tantos castos oídos que deben soportar la ignominia del aumentado ruido.
Y si aislamos nuestros hermosos órganos oidores? Hummm nos podemos perder de, algo verdaderamente importante y hasta urgente.
Así que a resignarnos a seguir perdiendo poco a poco nuestra capacidad auditiva, admirándonos cómo en los campos nuestros congéneres hablan de montaña a montaña, sin gritar, y se entienden perfectamente como si usaran altavoces.
El precio de vivir en las grandes ciudades.
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