HAY QUE PROBAR DE TODO por Zulia Rayo Anturi

¿Cómo se puede comer con agrado un plato donde hay una carita sonriendo? Los seres humanos cada vez somos más despiadados, yo nunca he logrado pasar por alto tal ternura.

Cuando fui al Ecuador en mi Renault 4, el amigo fiel, al pasar por Nariño, donde uno de sus platos típicos es el cuy, sufrí lo que no está escrito, viendo a esas “raticas” sonriéndome a lo largo del camino. En esa época hacía poco había tomado la iniciación de un maestro de la India, Sant Ajaib Singh Ji, por ende, vegetariana. ¡Es falta de consciencia y humanidad comerse una criatura, que quizá pudo ser en vida mi antepasado!

En mi paso por Pasto me di el placer de comer chontaduro recién sacado de la olla, cocinado ahí, en la calle; ¡fue un manjar de dioses!

Al cruzar la frontera rumbo a Quito, pude disfrutar comiendo gran variedad de frutas que encontraba en ventorrillos por todo el camino. Comí tal variedad, que se me alborotó la alergia a los cítricos y terminé cuál monstruo en tierra ajena, lo único que me funcionó para que volviera mi hermosura, fue la orino terapia, ¡si señores y señoras! Como dice el dicho: para el mal de perras, pelos de la misma perra.

Como era por Semana Santa, el Jueves Santo acostumbran a reunirse en familia y preparar una sopa de siete granos, la famosa. Sopa, sopa no es, más bien un potaje, la cuchara se puede parar en el centro del plato, pues no es solo los siete granos, es cualquier cantidad de ingredientes más.

Otro platillo: el Locro, sopa espesa, casi un guiso, elaborado con papa chola; es una papa grande, almidonada y piel rojiza.

En mi condición de vegetariana fue complicado probar tal cantidad de sopas que tiene el Ecuador.

 

Diez años después, visitando el Perú, en Arequipa nuevamente apareció el cuy, como plato tradicional, ahora no al borde de la carretera, sino en un restaurante a manteles. Ya no siendo vegetariana, me arriesgué a probar el tan afamado plato.

El mesero se explayó en las bondades de dicho manjar, mientras yo recorría uno a uno los otros platos de la carta, le dije al mesero: -Bueno, tráigame el cuy pero sin la cabeza. Creo que fue un insulto, me dijo abriendo tremendos ojos peores que los del animalito que estaba a punto de comerme: -Pero señora, esa es la parte más deliciosa del cuy. Luego, de varios tires y aflojes, llego mi plato; decapitado… Para qué les miento; es una exquisitez en toda la extensión de la palabra.

Comentarios

Entradas populares