MÚSICA EN MIS OÍDOS por Myriam Olaya

 Sentimientos de dolor que desbordan el alma. Sin saber combatirlos te desgarran la vida y piden a gritos salir, perderse, pero siguen ahí maltratando la mente, el ser. Más aún cuando se alimentan de recuerdos a través de la música, las personas, los sitios, cualquier cosa por pequeña que parezca.

Urge modificar ese estado, pues el pensamiento se siente abatido por el dolor y hasta el cuerpo da cuenta de cuan afectada estoy. No es fácil decir pasar la página cuando está escrita con trozos de vida entregada, sin miramientos, con incondicionalidad y mucho amor.

¿Qué hacer? Ante lo inminente del dolor empezaré por evitar los sitios que me traen recuerdos buenos o no tan buenos, asociados con el dolor producido por la ruptura, la figura perdida y la esperanza rota. No hablar más del asunto con las demás personas es también un truco urgente de aplicar; ¿para qué llover sobre mojado? Lo sucedido no tiene reversa y la vida continúa.

Y qué decir de la música indispensable para mí. En esa escucha, la mayoría de las letras de las canciones se aplican a mi situación: ¿que si en verdad me quiso?, ¿que si me engañó?, ¿que si la otra es mejor que yo?, ¿que si todo lo hice bien?, etc. A eso lo llamo poner limón en la herida, escuchando a buen volumen, cantando a voz en cuello con el dolor, escapando por mi voz temblorosa unas veces y con furia otras, opacada por el sollozo y con lágrimas emanando de mis ojos para rodar a cántaros por mis mejillas.

Pero me encanta la música y debo parar con ese castigo autoinfringido. Y llega la solución: escucharla en inglés. Entenderé muy poco y no me detendré a tratar de traducir. Así voy quedando inmersa en las baladas en otro idioma, en las letras que no entiendo, pero en voces y sonidos que me agradan. Ya las tarareo y me hacen feliz.

Pasado el tiempo la herida se va cerrando y da paso a la normalidad donde nada se evita y todo se disfruta hasta donde se puede. La música no sale de mí y ahora tiene más variedad, empezando a interesarme por traducir algunas de las canciones en inglés. En ese tiempo, 1982 y siguientes, aun sin las herramientas de hoy en día, debo buscar cancioneros y aplicar mis pocos conocimientos de inglés para saber qué me dicen las letras de las canciones que me interesan. Ya no importa si hablan de amor o desamor, alegrías o tristezas, pues no me afecta.

Muchos años después con hijo adolescente amante de la música y especialmente la de su época, rock y baladas pop en inglés, aprendo más a escuchar y entenderla, aunque no toda me gusta. Me conquistan especialmente los ritmos country con Kenny Rogers, Dolly Parton y otros que no reconozco plenamente. Además, muchas baladas exitosas. Igualmente, no dejo de lado la música en español con baladistas famosos y después de un tiempo también me asocio con la llamada música social con Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez y otros.

Las penas iniciales ceden, y digo iniciales porque nunca faltarán, pero con el correr de los años he aprendido a enfrentarlas sin tanto drama, con más coraje y tolerancia. Todo cambia, pero la música nunca se irá, por el contrario, seguirá nutriendo mi ser. Todo me gusta y según mi estado de ánimo doy lugar a uno u otro ritmo o género, aunque muchas veces prefiero el silencio.

Pero todo es música para mis oídos.

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