Por GERMAN GONZALEZ

 Suena la campana, mi pelo alborotado, saco azul oscuro en diagonal atravesando en mi pecho, guardo el arco iris en mi cartuchera y retengo en mi memoria mi nombre escrito sobre esas líneas angostas de ferrocarril, cierro la ventana del conocimiento, la echo al hombro, apuro el paso, me escabullo entre los demás, mis pies se deslizan sobre una placa huella realzada por corcheas negras y blancas, el respirar profundo me va llevando. Las gotas de sudor afloran en mi cuerpo, voy hacia el campamento base, saludo a Jacinta y a su ternero, mi viejo echando a su espalda el azadón y mis sueños (aunque yo no lo sepa), su ruana desacomodada y sus manos sudorosas me acogen, de repente suena en toda la comarca un saludo angelical, que adorna con su sonrisa de reina, mi vieja. Terminado el almuerzo, cepillo mis aspiraciones, enfilo baterías, afino mi motivación, echo agua sobre mis sienes y todo mi estandarte, cambio a traje de gladiador, ahora echo al hombro mi estuche que guarda celosamente mi instrumento, sus cuerdas y todo mi anhelo, me despido afanosamente, ojos negros me acompañan, su galope lo conozco, Espartaco un cuadrúpedo ser, color azabache, altivo, elegante me invita, baja su lomo, lo monto hasta encontrar el sendero. Ruedan cuesta abajo mis pasos, no mis sueños, y no sé cómo van uniéndose a esta vía de sombras blancas y negras, más gladiadores con su espada al hombro, de cuatro, seis y hasta doce cuerdas. Nos incorporamos a un sendero que en sus extremos tienen líneas blancas y en el centro una amarilla, que de seguro nos conduce a nuestra Biblioteca de Alejandría, vamos agitados y ansiosos, nos detenemos, el sol acuestas y las falanges de los gladiadores recostadas sobre una red de universos, llegamos y mi sonrisa ajedrecista saluda a mi guía, a mi mentor.

Desenfundo, estiro mis falanges y mis ilusiones, me divierto, el tiempo se pasa silbando y las partituras volando me llevan a una experiencia de otro mundo, vuelvo a la realidad, fue tan corto, me espera en la puerta un Sherpa con apellido Pérez, tiene figura de roedor, él ha venido por mí en las últimas veces, salimos presurosos hacia el campamento base y caprichosamente veo en el piso como se dibuja en una línea de ferrocarril mucho más ancha con mi nombre, loma arriba nos saludan y nos vitorean una ola de ladridos, aletean los colibríes, Jacinta y su ternero ya están recostados, amarrado Espartaco se despide con un relincho, la vela en la cocina da fe que llegamos, los arquitectos de mis sueños están ya dormidos y un fuerte dolor en mi encía, da la noticia ajedrecística de un jaque por parte de mi sherpa Pérez, una pieza menos en este juego de mi maravillosa vida desdentada.

 

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