*La tejedora de horizontes* por Myriam Luz Martinez:

 




Comenzó con un ovillo sencillo,
hilo suave como el aroma de la madrugada,
y una rueca que aprendió a guardar
el viento sagrado de aquel primer boquerón.

Se sentó junto a la ventana,
donde los cerros
se recostaban sobre la neblina,
y dejó que sus dedos aprendieran
el lenguaje paciente de la lana.

Primero tejió con hilos claros:
el dorado de los trigales,
el azul limpio del cielo frío,
el blanco de las garzas
que cruzan los humedales al amanecer naciente.
Cada color llevaba ternura;
cada puntada, una ofrenda con pasión.

Con el tiempo llegaron hilos oscuros:
tormentas en el corazón,
ausencias que no se pudieron reemplazar.
cicatrices que ardieron en la memoria.
Pero los entrelazó con hilos verdes
de las praderas,descubriendo la mezcla de sombra y luz.

Los suyos agradecen
la sabiduría transmitida:
aprendieron a cuidar el calor del fuego fraternal,
a reír… abrazar… a perdonar  y también a consolar.

Los niños juegan con ovillos
de flores silvestres: verdes, amarillas y tonos carmesí,
aprendiendo que una puntada mal hecha
se puede deshacer y volver a construir.

El tapiz creció día a día,
bordado de unidad,
con hilos de paisaje y de historias antiguas
que traen memorias desde la montaña  tutelar.

El tejido susurra a quien lo observa:
el verdadero legado
es vivir tejiendo amor,
con hilos de esperanza
y puntadas de fulgor.

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